domingo, 20 de mayo de 2007

Concurso Exonario


Para festejar los seis meses de EXONARIO, los invitamos a participar de un CONCURSO "CREA TU PROPIA PALABRA"

¿Por qué el lenguaje, muchas veces, limita nuestra capacidad de expresión?
¿Por qué hay cosas que no pueden decirse?

Simplemente, porque no nos atrevemos a buscar nuestra propia palabra, o a darle nuestro nombre a campos semánticos que todavía no lo tienen.

El concurso es el desafío de esa búsqueda.

Bases del concurso aquí.

domingo, 13 de mayo de 2007

Los caminos de una memoria de silicio

En la tercera década del siglo veintidós cada rincón de la Tierra y una buena parte del cielo estarán habitados por personas. Los cien mil millones de hombres del planeta se habrán repartido entre las ciudades empotradas y las urbes flotantes. Una pequeña cantidad de personas se ha mudado a Marte, a la Luna y al único satélite performable de Júpiter, Europa. Sin embargo la proporción de humanos que viven en las colonias extraterrestres todavía es mínima.
Los diseños urbanos son confiados a empresas de ingeniería artificial (comandadas por clonbots ingenieros) que se encargan de adaptar un terreno para convertirlo en ciudad, y de desmantelar una ciudad vieja para hacer una nueva. A veces por un cálculo demasiado riguroso, se desmantela una ciudad completa para hacer una modificación mínima y en apariencia irrelevante. A veces, las ciudades se desploman sin que los ingenieros artificiales reparen en ellas. La burocracia de gestión política ha sido transferida a los precisos e insobornables clonbots ingenieros, quienes a pesar de su ética transparente y sus cerebros de silicio, en la práctica parecen ser tan ineficientes como sus pares humanos.


Gracias al descubrimiento de la tecnología hover (anti-gravedad), se pueden construir ciudades flotantes. Cuando ya no hay más espacio en la tierra, se puede hacer flotar una masa de suelo del tamaño de un barrio. Se la hace orbitar a la altura de las nubes más altas, a cinco mil metros. Luego se la performa para que crezcan sinfitos: especies de vegetales sintéticos que en un corto tiempo generan oxígeno y otros gases en grandes cantidades. Una vez performado, se proyecta un diseño urbano en el terreno, y finalmente es habitado por una nueva colonia de personas.

Las primeras ciudades flotantes se mantenían fijas en un lugar del cielo, tapando la luz del sol en toda la zona que estaba debajo de ellas. Ahora, para evitar esto, todas las ciudades flotantes giran en dirección inversa a la rotación de la Tierra. A veces, dos ciudades flotantes orbitan tan cerca una de otra, que los habitantes de ambas se visitan utilizando sólo una escalera y un traje hover.



Sin embargo la población humana sigue creciendo. Se espera que en diez años, el número de habitantes se haya duplicado, y que nuevamente se duplique al cabo de veinte años. Según las proyecciones, si hubiera que construir lugares habitables para todas estas personas, el cielo se cubriría por completo de ciudades flotantes y ya no quedarían resquicios para la luz del sol.


Entonces los ingenieros urbanos diseñaron un paliativo prometedor: el MDVVH, Multi Dimensional Virtua Versatil Home, conocido también como “caseta multidimensional”.

La caseta multidimensional es un cubo metálico con una única puerta, sin ventanas, del tamaño de una habitación pequeña. A las personas sin casa se les asigna una caseta y una llave. La llave es un código para construir virtualmente una casa completa dentro de la caseta. En pocas palabras: en un lugar reducido, una casa enorme.

¿Cómo funcionan los MDVVH?

Suponga que usted adquiere uno. Compra la llave de un departamento de dos dormitorios, con comedor, baño, cocina y patio. Cuando usted entra a la caseta, lo primero que ve es el comedor. Allí lo decora con todos los objetos que le plazcan: para eso, debe informar a la compañía de ingenieros urbanos con qué desea cargar las paredes y qué mobiliario desea tener. Usted elige las sillas, la mesa y otras comodidades. Si no le gustan el color o el diseño, simplemente pide un código diferente.

Esta caseta multidimensional no tiene varios ambientes simultáneos, sino sucesivos: si usted está en el comedor y desea pasar al baño, cuando llega al baño el comedor desaparece. Toda la información del comedor, queda guardada en una infinita memoria virtual. Ahora sólo hay baño. Si sale del baño y va hacia la habitación, entonces el baño desaparece. Basta con que retroceda unos pasos para que todo lo desaparecido se reconstruya. Incluso, si usted dejó agua calentando en una hornalla, y luego se dirige al baño -con lo cual la cocina desaparece-, cuando vuelva a la cocina el agua estará más caliente que cuando la dejó. Los procesos que usted desató siguen su curso en el tiempo normal.


Ir de una habitación a otra quiere decir: destruir virtualmente un ambiente y obligar a los procesadores clonbots a que construyan otro. Caminar por la casa es destruir, construir y reconstruir.


Si uno desea más habitaciones, todo lo que debe hacer es pedir un código para ampliar la casa. Entonces, en algún lugar de la casa aparece una puerta que antes no estaba. A veces, cuando muchas personas desean realizar un evento para el cual necesitan de un salón enorme, lo que hacen es ceder el código de sus habitaciones por diez o doce horas –lo que dure el evento- y así generar un salón virtual cuya superficie será la suma de la superficie de las habitaciones cedidas.


Sin embargo, esta tecnología causó problemas de difícil solución y algunas paradojas metafísicas.

Las personas habitantes de las casetas multidimensionales deben vivir solas y no pueden recibir visitas. Si el anfitrión recibe, supongamos, a un amigo en el comedor y luego desea ir al baño, el comedor desaparece y ambos están en el baño. Lo mismo ocurre con cada ambiente: si uno se va de la habitación en la que estaba, obliga a que el otro también salga de ella. Esto se solucionó dándoles llaves con códigos a cada visitante. Cada persona que tuviera el código de un ambiente de la casa, podía hacer que ese ambiente coexistiera en simultáneo con otro: el dueño de casa podía estar en el baño, mientras el invitado podía tomar té en la cocina.

Cuando se popularizó la primera generación de MDVVH, las personas comenzaron a quejarse de que los objetos que dejaban en un lugar, a veces desaparecían. Por ejemplo, una persona está sentada en el sofá en su living. Va al baño, y al volver al living el sofá ha desaparecido. Por errores en los códigos de reconstrucción, a veces los ambientes no se generaban exactamente como habían sido dejados. Algunas veces tenían diferencias enormes e incluso macabras. Un grupo de personas de la Hover Philadelphia se quejaba de que, cada día, todos los adornos de su comedor eran reemplazados por imágenes de sus propios habitantes mientras eran degollados.
Las dificultades más sorprendentes y maravillosas involucraron paradojas virtuales.

Veamos dos casos:

a) Una persona entra a su casa de dos habitaciones. En un pasillo, ha aparecido una puerta que antes no estaba y que él no ha solicitado. Entra. Hay una habitación más. La habitación parece diseñada por un niño. El dueño de casa quiere cambiarle los códigos, pero no tiene acceso. Días después, esta puerta –y la habitación detrás de ella- desaparece. A este fenómeno se lo llama “ambiente fantasma”.

b) Una persona entra a su casa. Cuando quiere acceder a la cocina, no puede abrir la puerta. El código no le permite acceder. Intenta varias veces y no hay caso. Espera varios minutos y lo intenta una vez más. Finalmente, abre la puerta. Del otro lado, ya no hay una cocina. La puerta, ahora, da al interior de un castillo gigante, transparente y luminoso, con escaleras de cristal y ascensores hover que se desplazan en todas direcciones. El castillo tiene infinitas puertas, todas las cuales dan al mismo lugar. El inquilino intenta volver a la puerta por la cual entró, pero ahora esta puerta también da al castillo. El complejísimo programa virtual ha generado un bucle. El ambiente fantasma se ha tragado a la persona, quien no puede salir de ese castillo ubicado en ningún lugar.
A veces, algunas víctimas estuvieron días y días abriendo puertas con la esperanza de que alguna los condujera de vuelta a su casa. En algunos casos, gracias a un azar increíble, volvían. En otros, aparecían en los MDVVH de otras personas. En el peor de los casos, morían de cansancio o de hambre, abriendo puertas que conducían al mismo lugar, o a lugares igualmente insólitos, maravillosos y utópicos. Tenemos noticia de los ambientes fantasma más extraños: pasillos infinitos de metal, con una alfombra pegajosa; parques con hamacas y calesitas solitarias que se mueven muy despacio, como si un viento en cámara lenta los agitara; habitaciones titánicas llenas de pájaros luminosos, bosques de burbujas verdes brillantes; toboganes de hielo en el cielo que desembocan en un vórtice de nubes color fucsia; espacios vacíos y ciegos en los que sólo hay sonidos como de órgano o de voces o llantos de perros; ciudades desmanteladas, solitarias y oscuras que son tragadas y vomitadas por una eterna tormenta gris que cubre el cielo como un huracán; estrellas que se desploman sobre sí mismas y se convierten en agujeros negros, personas muertas que custodian un bastión en una ciudad onírica dentro de una flor de harina en un universo líquido, personas que se encuentran a sí mismas encontrándose a sí mismas en un lugar de la casa que antes no existía.

La explicación de estos errores ofrece dos alternativas básicas: las complejas operaciones de la memoria virtual en la cual se guarda la información de todos los MDVVH, a veces colapsa, o se enreda a sí misma y genera estos productos monstruosos. La otra explicación –conectada en parte con la primera- es: los ambiente fantasma son el inconsciente de los clonbots.

En esta última hipótesis, mucho más fascinante que la anterior, se supone que los circuitos de silicio generan una descarga eléctrica residual que, en algunos casos, puede ser interpretada como información virtual. Todo proceso informático en las mentes de los clonbots y las centrales, es un proceso eléctrico. Ese proceso eléctrico genera un residuo eléctrico que, si lo interpreta un receptor, puede convertirse en una nueva información. Si pensamos en los cerebros de silicio de todos los clonbots y de las centrales tecnoinformáticas del mundo, las descargas eléctricas residuales formarían un gigantesco sistema virtual paralelo. La persona que se encuentra perdida en un ambiente fantasma está, en realidad, asistiendo al desenlace de una infinita cadena de descargas eléctricas involuntarias, que han seguido un circuito alternativo y aleatorio, generando una información que, como una bola de nieve, se alimenta a sí misma. Se trata de un proceso totalmente incontrolable e inconsciente.

En el año 2140 llega el principio de una solución global para los residuos eléctricos. Se construyen clonbots electropsicólogos. Estos clonbots son activados cuando una persona reporta algo extraño en la MDVVH, y lo que hacen es reencauzar el caudal de energía que hace aparecer habitaciones fantasma.

Sin embargo, las casetas fueron abandonadas en el año 2147 cuando, por un desperfecto inexplicable, doscientos ochenta mil millones de personas fueron “tragadas” por una habitación fantasma, y ya nunca se supo de ellos.

Algunos sociólogos especulan con que ese desperfecto fue, en realidad, el frío y calculado alivio que los clonbots encontraron para el exceso de población.

domingo, 6 de mayo de 2007

Los peluches en la estantería

La historia más retorcida que escuché en mi vida nace de un suceso inocente y jocoso.

Una tarde, en quinto año de la secundaria, se difundió en el aula una noticia falsa: “una compañera está embarazada”. La noticia fue publicada en un pasquín manuscrito que confeccionábamos diariamente y en el cual cada uno anotaba reseñas personales, invitaciones, chistes e historias asombrosas y de incierta fiabilidad. Mi amigo Diego solía ser el autor de esas historias.

Cuando apareció ese renglón breve declarando un embarazo, nadie pensó que podía ser otra de las fabulaciones de Diego. Él escribía historias bien trabajadas y fantásticas, no chismes faranduleros, escandalosos y anónimos.
Mientras algunas de las compañeras perdían horas especulando sobre las posibles candidatas a un embarazo no deseado, yo supe enseguida –con sólo ver la caligrafía- que la noticia la había escrito Diego. Su letra en el pasquín era para mí inconfundible, a pesar de que había tratado de modificarla. Diego me confesó que había sido él, y que sólo la anotó allí para armar un pequeño escándalo. Mantuvimos en secreto su autoría hasta que el chisme dejó de tener interés y todos nos olvidamos de él.

Por aquella época no hicimos una asociación que era evidente: Mariela Flandes, dos o tres días después de la difusión de esta noticia, dejó de ir a clase y no volvimos a saber de ella hasta después del viaje de egresados. Mariela era una de esas alumnas calladas, ojerosas, desgarbadas e intratables que se sentaban en la mitad de la fila. La única virtud académica que recuerdo de ella era su capacidad para pasar desapercibida. Rara vez hablaba, no iba a las fiestas que organizaba el curso y una vez no quiso prestarme una goma de borrar. Si ella no hubiera sido la protagonista de varios sucesos pavorosos y tristes, yo la habría olvidado para siempre.
Como es de sospechar, Mariela estaba embarazada. Cuando leyó la noticia, creyó que de alguna manera sus compañeros se habían enterado y dejó de cursar para evitar la vergüenza. En ese momento tenía un mes y medio de embarazo, y llevaba la firme decisión de abortar. Pero no quería que nos enteráramos. No deseaba ser “la que abortó”. No quería aparecer con nombre y apellido en el pasquín delator. Por eso, prefirió dejar la escuela, para llevar a cabo el aborto en la paz de su desgarbado silencio.

Ya pasaron quince años de esto.

El suceso habría sido sólo un hecho aislado y desgraciado, si no fuera porque una semana atrás me enteré –por una casualidad- de que Mariela Flandes había muerto hacía poco por las consecuencias de un aborto. En estos quince años, no había escuchado una sola palabra sobre su vida, y ahora aparecía ella por boca de otro, muerta por la misma razón que la había llevado a dejar la escuela. Como si los colores de su existencia siempre pintaran el mismo cuadro.
Parece ser que Mariela tenía por costumbre embarazarse y abortar. Una especie de ritual que repitió cada seis o siete meses de manera sistemática durante los últimos quince años. Según los cálculos de quien me contaba esta historia, Mariela habría tenido veintiséis hijos. Sin embargo, apenas comenzaba el segundo trimestre de embarazo, decidía abortarlos.

Me dio tristeza conocer los detalles de su vida. Parece ser (si tengo que creer en el testimonio del amigo de un ex novio) que ella planeaba quedar embarazada en cualquier relación fugaz que tuviera. Jamás usó métodos anticonceptivos. Cuando se hacía el test y confirmaba su embarazo, vivía una alegría exaltada y casi delirante. A medida que pasaban los meses, esa alegría iba desinflándose hasta que decidía acabar con su hijo. Entonces iba a una clínica clandestina y se sometía al aborto. En esta conducta enfermiza había un detalle insólito: Mariela vivía sus abortos con un placer infinito. “Ella confesó una vez algo raro que me dio un poco de asco: los abortos le provocaban orgasmos. El acto sexual, los tres meses de embarazo y el aborto eran, para ella, peldaños para llegar al máximo placer. Dijo que se había hecho adicta, que era un vicio espantoso que le estaba arruinando la vida”

En esa historia enfermiza –que quisiera poner en duda- encuentro algo de sentido. Suponemos que, en el mejor de los casos, el acto sexual termina en un orgasmo. ¿Qué pasaría si algunas personas sólo llegaran al orgasmo después de varios meses, y sólo a través de un penoso proceso? Es evidente que sólo se puede abortar si previamente se tuvo sexo, pero ¿por qué no creer que ese acto sexual lejano, de tres meses atrás, sólo fue un trámite, un puntapié para el verdadero orgasmo? ¿Por qué no creer que algunas mentes funcionen de ese modo?
La confesión de este lejano conocido de Mariela no terminaba aquí. “Mariela, después de cada aborto, pedía que le entregaran el feto. Como la clínica era un lugar lo suficientemente clandestino, le otorgaban ese privilegio si pagaba unos cuantos dólares más. Ella guardaba al feto en un frasco con formol, le ponía nombre y lo dejaba en una estantería en su habitación, junto a los muñecos de peluche de su infancia y un perro embalsamado que había sido de su padre. A veces, cuando la invitaban a algún lugar, decía ‘tengo que ir a atender a mis chicos’, y se encerraba largas horas en su cuarto, dialogando con todos los seres de la estantería”

Antes de ayer confirmé que, en efecto, Mariela había muerto, aunque la noticia no decía por qué. Puedo sospechar –si quiero- que la historia de este amigo de ex novio es ficticia. De hecho, esta historia de continuos abortos se parece mucho a los cuentos fantásticos de mi amigo Diego.
Pero hay algo que me hace creer que todo esto es cierto. O, aun, que las cosas escritas por Diego en ese improvisado diario de colegio no son inocentes anotaciones, sino anticipaciones del futuro.
Además de sus clásicas historias, Diego sólo escribió dos textos breves que al final resultaron proféticos:
El primero: “una compañera está embarazada”. Era cierto.
El segundo, días después del éxito del primero y de la ausencia de Mariela: “algún día, alguien escribirá la historia de Mariela Flandes, quien pasó sin pena ni gloria por esta escuela, y entonces todos descubriremos que escondía horribles secretos”.
Ahora, acaba de ser cierto.

miércoles, 2 de mayo de 2007

Rumplestilskin III

Este post es una señal de vida.
No porque crea que a los lectores les interese si estoy vivo o no. Simplemente, porque la esencia de un blog es la continuidad.
Por esta semana, me permitiré ser discontinuo. Impedimentos laborales, una inexplicable hecatombe en el hardware de mi computadora, y repentinos -e indistinguibles- ataques de una nueva personalidad que quiere aflorar en mi cuerpo, dificultan tanto el pensamiento como la escritura y la publicación.
Gracias a los que han pasado por aquí.
Si alguno de los impedimentos mencionados dejara de arreciar, el fin de semana entrante publicaré algo nuevo.