sábado, 8 de marzo de 2008

Diálogo entre Yo y Yo

Y - Señor Mux, se está demorando más de lo pactado... ¿Es que ya no piensa darle continuidad a este blog? ¿Acaso cree que lo hecho es suficiente?

Y - De ninguna manera. Existen excusas muy razonables por las cuales sólo podemos entregar este texto autorreferente y lavado. Una de esas excusas, si me permite, es que no puedo encontrar las palabras adecuadas. Lo cual, según tengo entendido, es una actividad que nos corresponde a ambos.

Y - Es verdad; parece que la imposibilidad de una sintaxis aceptable y la poca coordinación de un cierto cúmulo de ideas hacen que todo el intento se vea entorpecido. ¿Qué hay de esa historia de los mozos?

Y- Los mozos tendrán su historia.

Y - Cuéntemela un poco. Recuerde que nos están leyendo. Pocos, pero nos están leyendo.

Y - Bueno, la idea es más o menos así: en los años que trabajo como disc jockey, descubrí que en la mayoría de los servicios de lunch, los mozos son despreciables. Casi nunca me dan de comer, y parece que se ofendieran si les pido un vaso con agua.

Y - Si me permite, don Mux, parece una historia en la que se cuenta una experiencia sumamente biográfica y poco interesante. ¿Pensaba desarrollarla, o acaso eso era todo?

Y - Se me había ocurrido contar casos concretos y centrarme, principalmente, en las pequeñas alianzas y negociaciones que debo hacer en una fiesta para poder comer algo.

Y - Olvide ese tema, por ahora. Hay otros.

Y - Sí. El del niño pequeño que se ríe por la noche. Y el padre descubre que el niño habla con otro niño -invisible- que está en el cielo raso. Una pequeña historia de terror con un final escalofriante.

Y - Recuerde que no puede engañarme, don Mux. Yo conozco esas historias y, si algo sé, es que ninguna de las que me ha contado tiene un final. En muchos casos, sus finales van surgiendo a medida que se desarrolla la trama. Como si el tejido narrativo le diera pistas acerca de sus posibles desenlaces. Ahora bien, ¿cuáles son sus excusas por no haber publicado a tiempo? ¿No es que usted iba a publicar un texto por semana?

Y - Necesariamente, esa promesa iba a romperse algún día. La excusa es muy simple: las tramas están allí, esperando a ser desarrolladas. Pero falta cierta disposición mental para ello. Es como si en este tiempo me hubiera invadido una parálisis conceptual. Por ejemplo, no sé cómo encuadrar la historia de los mozos. ¿Comienzo contando mi trabajo como disc jockey, otra vez? ¿O simplemente hablo desde una tercera persona que observa cómo me tratan los mozos? ¿O doy una descripción más o menos detallada de cada uno de los trabajadores de una fiesta (el fotógrafo, el camarógrafo, la decoradora) hasta llegar a los más despreciables (los mozos)?


Y - Le puedo dar algunas sugerencias, señor Mux. Usted sabe cómo se arma la historia: se comienza de cualquier manera; todas las opciones que propone son válidas. Lo importante es que haya... ¿cómo lo llamaríamos?...

Y- Sí, ya sé. Usted se refiere al lubricante.

Y- Exactamente. El lubricante narrativo. Lo que hace que, después de las primeras palabras, la sucesión narrativa se desprenda necesariamente, como una catarata deductiva. Como si cada oración escrita dictara la siguiente. Pero, ¿En qué consiste ese lubricante? ¿por qué no lo tenemos ahora?

Y- Ese lubricante tiene al menos dos componentes. Uno de ellos está en el escrito mismo. A veces, hay sintaxis tan trabadas e ideas tan oscuras que no permiten el correcto funcionamiento de esa hermosa mecánica de la fluidez narrativa. Por eso, he comenzado muchas historias que luego no pude continuar.

Y- ¿Y el segundo componente?

Y - Bueno, el segundo es una mezcla de muchos ingredientes. A veces me siento frente a la computadora con un poco de hambre, de sueño o -lo más frecuente- mareos y calor. A veces tocan mucho el timbre. A veces -como me pasa ahora- estoy esperando que se consume una decisión laboral que no depende de mí, pero que me tiene en un estado de ansiosa incertidumbre. A veces tengo tantas ganas de jugar a video juegos que cualquier otra actividad queda en suspenso. Todo eso me distrae. Para poder contar una historia necesito de cierta capacidad de evadirme de mis ansiedades. Y cuando el mundo está demasiado presente, cada palabra que escribo es trabajosa y difícil.

Y- Señor Mux, todo lo que ha dicho es sumamente trillado. ¿Se da cuenta?

Y - Claro que me doy cuenta. Es que ahora estoy, justamente, en un periodo sin lubricante. Mis sensores anti- perogrullo están en baja actividad.

Y - De todos modos es extraño, porque aquí, en este diálogo, podemos darnos cuenta de que todo es trillado. ¿Verdad? Si nos damos cuenta, podríamos no decirlo. O borrarlo.

Y - No tiene sentido borrarlo. Estamos mostrando cómo funciona -de acuerdo a nuestro punto de vista- un proceso mental. Si borramos las partes que no nos gustan, estaríamos omitiendo puntos importantes. Pero usted me entiende, no me ponga en aprietos.

Y - No lo pongo en aprietos, pero ya me estoy hartando. ¿No siente el calor? ¿El mareo? ¿El deseo incontenible de dejar de ser Jorge Mux por un rato, o para siempre? ¿Por qué tenemos que estar atrapados en esta personalidad polarizada y neurótica?

Y - Odio la voz zumbona y moralista de Jorge Mux. De hecho, este texto lo hicimos porque él se sentía en falta con su blog. Mux actúa compulsivamente y movido por la culpa. Esa manera de ser ya me tiene harto.

Y - Hagamos una cosa. Dejemos de escribir y que él se las arregle. No salgamos a defenderlo. ¿Cómo va a justificar este diálogo absurdo entre dos partes de su múltiple esquizofrenia?

Y - De acuerdo. Volvamos a ser un silencioso uno.