martes, 15 de agosto de 2006

Factor Campana

Habitualmente me cruzo con personas que no quieren hablar conmigo y que, cada vez que pueden, evitan saludarme. Los entiendo.
Pero hace poco me ocurrió algo más molesto que de costumbre.
Yo caminaba por los pasillos de la Universidad y un ya famoso profesor de economía, cuyo mítico nombre es Nereo Rodríguez, se cruzó conmigo, apretó los dientes en una mueca de desagrado y dijo, muy bajito: “otra vez este hijo de puta”. Mientras caminaba me miró con cierta perplejidad, como si mi presencia allí –para nada insólita- fuese una incongruencia imperdonable, una nefasta contingencia. Me sentí bastante mal. El profesor Nereo Rodríguez es una eminencia y tiene fama de ser un genio en matemática social. Casi no lo conozco personalmente. Mi única breve conversación con él fue en una reunión de camaradería, en la cual compartimos una botella de vino junto a otros invitados. Lamenté que se sintiera tan defraudado por esa única charla en la cual lo único que nos dijimos directamente fue “buenas noches”.


Comenté este pequeño y macabro suceso a mi mujer, mis amigos y colegas. Todos ellos se mostraron sorprendidos y en el fondo sospechan que yo tuve alguna culpa, o que ese insulto no iba dirigido a mí. “Hay dos opciones: o hiciste algo muy malo sin querer, o este tipo está confundido”, me dijo un amigo. Lo primero me pareció muy probable; lo segundo imposible: Nereo Rodríguez es una de las mentes más lúcidas que tiene la universidad.

A los pocos días me llegó un mail con su nombre. “DE: Dr. Nereo Rodríguez. ASUNTO: campana universal”. Pensé que era un anuncio de campanas para cocina, disimulado bajo el nombre de un remitente conocido. Pero no. El mail era del dr. Rodríguez, y contenía todo el alivio que necesitaba aunque su respuesta fue insólita e inquietante. Hago un resumen del cuerpo del texto, porque tenía largas fórmulas matemáticas y complicados juegos teóricos para mí incomprensibles.

Estimado lic. Mux

Usted me conoce sólo de vista. Nos cruzamos unas pocas veces. Pero créame que yo lo conozco muy bien.

Tanto usted como muchos de sus colegas piensan que mi vida gira en torno a la universidad. Eso no es cierto. Me dediqué a la matemática social, sí, pero mi interés no es académico.
Hace unos años inventé un programa que predice determinados sucesos a partir de variables matemáticas. Lo llamé MASP: sigla de “matemática social aplicada”. Las variables matemáticas representan coordenadas espaciotemporales. Usted puede introducir los datos que representan un día y una hora determinados (por ejemplo, el Día del Niño a las seis de la tarde), un lugar (por ejemplo, un shopping), una cantidad de personas (cinco mil), algunas variables más finas que requieren de datos específicos, y la máquina puede calcular cuál será el comportamiento de cada uno de los presentes.
Un programa así podría ser de inmensa utilidad para calcular ventas o prever accidentes. Tanto mi equipo de investigación como yo estuvimos muy entusiasmados con este proyecto. Sin embargo, ninguna de las empresas del mundo, ya sean estatales o privadas, se interesó por él. Para colmo, la universidad nos retiró el apoyo financiero porque consideró que nuestro trabajo carecía de interés.

Estuve bastante furioso por unos meses hasta que uno de mis discípulos me propuso la parte en la que usted interviene.
“¿Por qué no calculamos asaltos?”, me dijo mi alumno hace más de dos años.
Así fue que planeamos el robo al banco Río de Acasusso.
Hicimos el detalle perfecto con el MASP y se lo vendimos a un grupo de ingenieros y técnicos que querían convertirse en delincuentes. El robo, como usted sabe, fue considerado uno de los más espectaculares en la historia de la criminología argentina. Los resultados, claro, no fueron los esperados porque ellos no tuvieron en cuenta el factor campana y porque no se apegaron a nuestras predicciones.

No fue el único delito que planeamos.

Después de este, planeamos tres robos más:
- en el banco Provincia de la sucursal Retiro en Buenos Aires.
- en una joyería en Mar del Plata.
- en el Banco Libanés de Bahía Blanca.

Cada vez que hacemos un plan para cometer un delito, yo me ocupo no sólo de cierta logística específica, sino también de estudiar la complicada aritmética conformada por el lugar del hecho, nuestra llegada, las personas que están presentes en el lugar, el tiempo que tardaremos en apoderarnos de lo que queremos, la manera de escapar y las calles posibles por las que podremos hacerlo. En todos los casos, yo tomo los datos de manera pormenorizada y los cargo en el MASP. La computadora me devuelve una serie de números que interpreto para saber de manera estimada cómo se van a conjugar todos los factores.

Entre los muchos factores hay un grado de incertidumbre al que hemos llamado ‘factor campana’.
El factor campana es un número extra que surge de la combinación de todos los datos y debe leerse de la siguiente manera: hay un índice de elementos incontrolables en la operación. Ese índice se muestra en forma de coordenadas. Las coordenadas dicen que, si en tal lugar y en tal hora hay algo o alguien presente, el plan será desbaratado. A veces una paloma ubicada en la cornisa del banco puede hacernos destruir un plan minucioso. Otras veces una persona que llora, un ciego, un auto verde que pase justo en ese instante, dejan fuera del juego a una trama delictiva compleja y cuidadosa.
Descubrimos que en los tres desfalcos que habíamos planeado, usted estaba en el preciso momento y lugar que dictaba el factor campana. Usted, sin saberlo, iba a desbaratar nuestros propósitos. Quizás iba a ser el testigo clave; quizás le iba a dar un infarto y aparecerían ambulancias que complicarían nuestra situación; quizás usted dejaba caer un cigarrillo mal apagado e iniciaba una explosión justo cuando llegamos nosotros para hacer el asalto. Cuando quisimos asaltar el banco en Retiro, usted estaba de paseo por Buenos Aires, con su mujer, y fue justo el factor campana colocándose por más de media hora frente al banco, mirando vaya a saber qué particularidad arquitectónica. En Mar del Plata, usted le compró a su mujer un anillo de oro. Esa situación (la compra a esa hora, de ese preciso anillo) era el factor campana de nuestro desfalco a la joyería. En Bahía Blanca, cuando quisimos asaltar el Banco Libanés, el factor campana era la presencia de cierta persona en el pasillo de la universidad. Y fue justo ahí que yo me lo crucé y murmuré “otra vez este hijo de puta”.

Se preguntará por qué no tratamos de eliminarlo, ya que tenemos tantos datos sobre usted. Es muy sencillo: porque usted es el factor campana de cualquier propósito que tengamos. Si el plan es eliminarlo a usted, el factor campana (que es usted) malogrará nuestro propósito.
Pocas veces nos hemos encontrado con personas como usted que son factor campana universal: cada vez que planeemos algo, usted estará interfiriendo nuestros planes de manera involuntaria.

¿Por qué le cuento esto? Porque, ya que no podemos luchar contra su presencia impertinente, quizás usted acepte colaborar con nosotros. Nos ayudaría mucho si, después de cargar los datos en el MASP, yo pudiera mandarle un mail advirtiéndole qué debe evitar para no convertirse en nuestro factor campana. Si usted acepta, le estaremos muy agradecidos y lo vamos a recompensar. Pero si no acepta, no podemos hacer nada.


(Días después de recibir este mail, alguien me comentó que el profesor Nereo Rodríguez, en realidad, jamás se dedicó a crear programas de computación. Quizás este mail fue una complicada y retorcida fantasía para justificar su actitud en el pasillo cuando se cruzó conmigo. Lo que me produce enormes sospechas es que yo jamás le compré un anillo de oro a mi mujer en Mar del Plata)

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenisimo, gustome. Igual no es mucho merito porque estoy hecho un pelotudo del amorrr, y le sonrie a la vida.
Pero aun asi: Buenisimo, gustome.

Eso del efecto campana es la clasica cosa jolivudense con la que arman la trama.

Pero igual: Buenisimo, gustome.

Lucas J. dijo...

Ja ja ja, ¿seguro que el Dr. Rodríguez no dirige el seminario "Haciéndose el boludo: Deontología y Metodología"?
Como siempre, sus cuentos son un deleite Mux, incluso cuando el remate arranca alguna sonrrisa.

Saludos! Y lo invito a pasar por La Libreta (ahora actualizada a menudo : D)

Ana dijo...

Este me encanta, creo que está listo para el libro.

Jorge Mux dijo...

Me informan que el Dr. Rodríguez tenía planeado cometer un desfalco a través de internet, pero el hecho de que yo haya publicado este post en el que se incluye su nombre es parte del factor campana. Lamento desbaratar sus planes una vez más.

Anónimo dijo...

"Factor Campana" podria ser el nombre algun procer pedorro de algun partido pedorro de la provincia de Buenos Aires...

Anónimo dijo...

es la primera vez q visito el blog..
muy bueno lo que estoy leyendo!
saludos!

Anónimo dijo...

Lic. Mux:

Casualmente, yo he comprado un anillo de oro a mi mujer en una joyería de Mar del Plata.

Es probable que el MASP nos haya confundido.

Sería conveniente encontrar las causas de esta confusión. Y si le es posible, Mux, propongo que un día nos encontremos para intentar desentrañar esto.

Anónimo dijo...

Recuerdo cuando le escribí en el mail: "Si el plan es eliminarlo a usted, el factor campana (que es usted) malogrará nuestro propósito." Si lo eliminamos es probable que sólo desbarate uno de nuestros planes, porque después de eso, en ningún otro factor intervendrá con su presencia. Su comentario realizado el martes 15 de agosto efectivamente ha logrado desbaratar un desflanco por Internet, con lo cual no sólo su presencia, sino también la intencionalidad de sus acciones, comienzan a caernos un tanto mal a los usuarios del MASP. Procure no volver a hacerlo.

Anónimo dijo...

hola..no entiendo..que es esto? =S