lunes, 21 de agosto de 2006

Un lector del más allá

A las 8:48 del lunes pasado mi amigo Javier se suicidó.

La primera imagen que vino a mi mente, cuando escuché la noticia, fue la luz del amanecer difundida a través del ventanal de su departamento en el piso doce. No puedo creer que en esa mañana luminosa se haya levantado a las siete y media, haya desayunado café con leche, tostadas con manteca, se afeitara, lavara su cara, encendiera la televisión para ver el programa de Bonelli, se pusiera una camisa blanca, una corbata, pantalón de vestir, zapatos lustrados y luego se colgara de una soga.

Los peritos cuentan una historia aterradora. Primero probó poniendo la soga en la ducha. Puso un banquito al que luego pateó. Cuando hizo esto, la ducha se desprendió de la pared y él cayó al piso. Se fisuró el brazo izquierdo y se rompió la nariz. Así, sangrante y maltratado, caminó unos metros y volvió a colgar la soga alrededor de la lámpara del comedor. Corrió la mesa, se paró sobre una silla y la pateó. Estuvo colgado quince minutos con la tráquea sofocada, pero sin perder la conciencia. La soga se desató y él cayó al piso dándose un fuerte golpe en la cara, rompiéndose aun más la nariz ya rota. Respiró con dificultad durante veinte minutos más. Quizás trató de moverse o de llamar a alguien, porque apareció a un metro y medio de la lámpara, cerca del teléfono. En el piso, antes de morir, se orinó y defecó.

La muerte de una persona joven provoca en sus conocidos, lejanos y cercanos, un misticismo inusual. Javier murió en Buenos Aires, a ochocientos kilómetros de mi vida. No lo pude ayudar. Nunca sabré por qué una persona que jamás ha pensado en la muerte decide que hoy es el día. Hoy, justo hoy, después de este café y no antes. Con la convicción de ir hasta el final, de no desistir en el primer intento. Una persona que –entiéndase bien- hace unos minutos sólo pensaba en el tránsito de la mañana fría en Buenos Aires, en el olor a limpio de la camisa blanca, en el brillo de los zapatos seguramente nuevos. Éste Javier que hace unos minutos coló la leche y untó las tostadas, no parece el mismo que, minutos después, insistió en rematarse, buscándole una macabra revancha a la soga.

“La mente es muy frágil”, me dijo un psicólogo que trabaja en Tribunales. “Todo el tiempo nos llegan denuncias de personas aparentemente sanas, jóvenes, con proyectos de vida, que se matan sin preaviso. Yo no sé qué pasa por las cabezas; sólo sé que el cambio es muy repentino; da la sensación de que nos podría pasar a todos en cualquier momento y sin motivo. Así como algunos de un día para el otro dejan a su mujer o renuncian a su trabajo, otros se quitan la vida. La diferencia es que, cuando uno se separa de su mujer, lo piensa durante meses y va dejando indicios: le comenta a un amigo, hace pequeños boicots en su matrimonio, no tiene relaciones... Y si deja el trabajo, lo más probable es que tenga otro en vista. Pero con los suicidios es algo inesperado e impredecible. Es un clic, inmediato, sin reflexión. Se ejecuta con saña, como si se despertara una furia incontenible contra uno mismo. Si uno lo piensa bien, no es diferente de los casos en los cuales un padre ejemplar mata a toda su familia.”

“Pero con los jóvenes ocurre algo especial. Cuando una persona joven se suicida, al poco tiempo se convierte en mito. Todo el mundo empieza contar historias retorcidas e inverosímiles acerca de su alma. La mayoría de esas historias son parte de la elaboración del duelo: los familiares directos sienten una “presencia”; escuchan su respiración o su voz; huelen repentinamente el aroma de su perfume. Hasta aquí, es la tristeza insoportable que provoca alucinaciones. Pero también aparecen otras historias que son inexplicables.”

El psicólogo no se equivocó.

El viernes pasado mi amigo Diego soñó con él. Lo soñó en una tarde de verano que habían compartido hacía muchísimos años en el parque de Mayo jugando al fútbol.

El jueves la hija de tres años de un amigo dijo haber visto un angelito en su habitación. El angelito, según la niña, se llamaba Javier.

El mismo lunes a las 8:48 mi prima Lucrecia, ex novia de Javier, se despertó llorando porque alguien le había tocado la pierna y se había despedido para siempre. Muchos minutos después todavía estaba convencida de que no había sido un sueño.

El jueves recibí un mensaje en el contestador telefónico. Era Javier. Estaba muy contento y me decía que el fin de semana largo venía a Bahía Blanca.
Revisé la hora y el día del mensaje: jueves, cuatro treinta y dos de la madrugada. Pensé que, quizás, el día y la hora del contestador estaban desfasados; que quizás Javier me había mandado el mensaje el domingo o el mismo lunes antes de matarse y que se había perdido en el éter de alguna manera, para quedar registrado en la madrugada del jueves. Algunas veces me ha pasado una cosa así.

Pero la duda no viene por la fecha del mensaje sino por su contenido. “Hola, Jorge, soy Javier, el javi… El viernes estoy en Bahía… Qué pena que no te encuentro. Che, puto divino: leí tu blog. Me encantó ‘el factor campana’. ¿Existe Nereo Rodríguez? Un abrazo. Andá poniendo las mollejas en la parrilla. Un beso”

Algo muy extraño ha ocurrido. Javier se suicidó el lunes por la mañana y yo escribí “El Factor Campana” el lunes a la noche. Lo publiqué en este mismo blog el martes por la madrugada, tal como pueden comprobarlo los lectores viendo el encabezado del post siguiente.

Alguna vez pensé que la muerte y la teoría de la relatividad tenían algo que ver, y eso daría un poco de claridad a las historias inexplicables. La muerte produce la alteración de muchas relaciones espaciotemporales. Javier, en su tiempo, alcanzó a leer mi post. Luego se suicidó. En mi tiempo, y en el de los que quedamos vivos, él se mató el lunes. “El factor campana”, una vez puesto en la red, ya no pertenece sólo a mi tiempo sino a los tiempos de todos los lectores y de la misma red. Así como la luz de las estrellas que veo hoy fue emitida hace millones de años, cualquier acción se dispara hacia todos los tiempos posibles (porque no hay un tiempo absoluto). Lo que publicas hoy, lo leen en China ayer. Pero tu ayer no es el ayer de los chinos; para ellos tu ayer es mañana.
Quizás en su tiempo, Javier todavía no se suicidó. Quizás lea este post y deje de estar muerto.

17 comentarios:

Karmelo Restelli dijo...

Mucho me gusta su Blog y el tono de su prosa. Disfruto sus historias con la sonrisa fría de un niño frente a los títeres perversos.
Un abrazo a 800 km.

Lucas J. dijo...

Coincido con karmello, tus cuentos me arrancan una sonrisa morbosa y me dejan pegado al monitor con la ansiedad de un gordito que ve como se enfría una torta de chocolate...

En cuanto al contenido del cuento, la metafísica no es realmente mi campo; mi cabeza es demasiado racional como para pensar en esas cosas.
Saludos!

Jorge Mux dijo...

La metafísica es la más racional de las artes humanas

Juan Ignacio dijo...

Jürgen, definí racional.

Juansolo dijo...

Sos grosso, eh. Es impresionante, cuando uno llega al punto en que está mas o menos contento con lo que chapucea, aparece un hijo de puta que te hace sentir un poroto sin originalidà.

pd.: lo de hijo de puta va con buena onda.

Jorge Mux dijo...

J: 'racional' es un término primitivo. No puede definirse.

Juan Ignacio dijo...

Estimado Jorge, deje de lado las estratagemas hermeneuticas, por no decir hermeticas y defina "racional". Al menos de una regla de uso, como le comente el otro dia que conviene exigirse ante el uso de la palabra "dialectica". Por favor, no comencemos con la "boludez de lo racional".

Jorge Mux dijo...

"Racional" es sinónimo de "especulativo", en mi uso del término. La metafísica sólo puede ser especulativa y, a la inversa, gracias a la capacidad de especulación es que podemos hacer metafísica.

Juan Ignacio dijo...

No veo por qué la metafísica es especulativa, mas allá que una generación de heideggerianos hable de "el uso especulativo de la razón" en habitual oposición, pero tambien en habitual dependencia, del uso práctico de la razón.
¿En qué medida puede ser especulativo un texto que no indica sus condiciones de satisfacción ni de refutación? Especulativo es, más bien, proponer una proposición como verdadera, más allá de las condiciones actuales de satisfacción. Resumidamente, lanzar una predicción sin construir su verdad a partir de premisas (medianamente) fundadas, mediante reglas (discutiblemente) válidas.
La metafísica por su parte, no se refiere a ninguna posibilidad de decisión de los valores de verdad de sus textos.
Hay tres tipos de proposiciones lato sensu:
1)Lógicas o a priori, que incluyen tautologías y contradicciones
2)Científicas, contingentes o a posteriori
3)Metafísicas
Las primeras se deciden por métodos a priori, con absoluta certeza. Las segundas pueden decidirse mediante observaciones de variada dificultad, de una manera provisoria o definitiva, depende su cuantificación. Mientras que las últimas jamás pueden recibir valor de verdad alguna.
No sé por qué alguién llamaría a eso especulación.
Si tuviera que arriesgar diría que una especulación es un reflejo especular, la aplicación del "saber" interior al mundo exterior. Traducido del filosófico: especular, en ese sentido, sería comprender al mundo como sentimos que es.
Muchas gracias por el espacio, y disculpame el abuso de longitud.

Jorge Mux dijo...

J: su observación es improcedente. En realidad es culpa mía por haber entrado en su juego de manera inocente.
Usted primero me pide que defina. No tengo por qué; este es un espacio de narraciones y no de definiciones. Sin embargo accedí a su petitorio.
Pero a usted no le satisface mi definición y me ofrece una variada gama de alternativas en lenguaje pseudofilosófico (me figuro que ese es el lenguaje que usted aprendió en una universidad) y luego me lo traduce.
Le digo: a partir de su traducción, todo lo que puedo decirle es que no uso el término "especulativo" en ese sentido.
Precisamente: no puede decidirse el valor de verdad porque es especulativa.

¿¿Abuso de longitud??

Jorge Mux dijo...

J: su observación es improcedente. En realidad es culpa mía por haber entrado en su juego de manera inocente.
Usted primero me pide que defina. No tengo por qué; este es un espacio de narraciones y no de definiciones. Sin embargo accedí a su petitorio.
Pero a usted no le satisface mi definición y me ofrece una variada gama de alternativas en lenguaje pseudofilosófico (me figuro que ese es el lenguaje que usted aprendió en una universidad) y luego me lo traduce.
Le digo: a partir de su traducción, todo lo que puedo decirle es que no uso el término "especulativo" en ese sentido.
Precisamente: no puede decidirse el valor de verdad porque es especulativa.

¿¿Abuso de longitud??

Juan Ignacio dijo...

Che Jorge, malísimo.
Hasta Moracio lo criticaría. Ponete las pilas, ahora sos el Jefe che...
Lo del cambio de uso era una interpretación mía que no venía a atacar a tu uso.
Finalizando, la especulación en economía si tiene valor de verdad.

Jorge Mux dijo...

J:
defina "Che", "Jorge", "Malísimo", "Hasta", "Moracio", "lo", etc.

Juan Ignacio dijo...

Ja

ionito dijo...

si, basta de bardeos filosoficos, que no ven que el hombre quiere hacer literatura y ahi es todo verdad o no y por ende todo perfectamente racional.

Igual me molesta pensar en textos atemporales que no tengan ni antes ni despues...
Habra mas escritos de Pessoa?
ja

Juan Ignacio dijo...

es porque no entendieron...
especialmente "Lautaro"
no sabes que ese es nombre de rata?
vos te flasheas cualquier dulce de leche sabias?

bueno, mira, te digo:
tengo como 3 vidas... así que no jodá si no sabés...

chau,


pd: tu hermana tiene ritmo pa' el baile horizontal, espero que no vayas a ser tío... ;)

Unknown dijo...

Perfecto.