
Parece que muchas personas se enteraron de que yo había sido el invitado de lujo en una cena muy especial, durante el mes de enero. Después de esa fabulosa y extravagante reunión de juegos y manjares, me llegaron por mail diez invitaciones a eventos similares, tan intrigantes como la primera. Enumero nueve de esas diez (eximo de comentarios a algunas de ellas):
- la sociedad de la vergüenza (shame society) [el membrete de la invitación tenía el dibujo de un rostro con los cachetes rojos y la boca tapada]
- club contáselo al Turco [aparentemente, una noche para contarle secretos a un desconocido.]
- la mañanita del golpe en la cabeza. [prometían desayuno con medialunas y Migral]
- Sociedad momentánea “somos extraterrestres por un rato”
- “Nos reunimos para gritar” [después de una sesión de gritos desgarrados y jadeos, ofrecían vino, empanadas y asado. Otra opción: “nos reunimos para dar golpes de puño en la pared”]
- Clan “cumplimos tu fantasía filial” [ejemplo: todos los presentes fingen que son tus hijos, o tus padres]
- Sociedad de la Malteada “hagamos travesuras de niños” [prometían malteadas]
- Cena semanal de la Agrupación Travesti Homofóbica.
- Agrupación Unamos Nuestros Bigotes: “déjese crecer el mostacho y recorremos el mundo con los bigotes unidos”
No contesté a estas nueve invitaciones. Hubo una que me intrigó realmente (y que no tenía ese sospechoso tonito de broma del resto): el club del suicidio asistido.
La invitación me llegó en sobre negro (no fue un mail de dudosa autoría), papel perfumado y letras de oro.
Discreción absoluta. –decía el cuerpo de la invitación- Proponga y realice el más ingenioso suicidio. Premios que le cambiarán la vida o aliviarán su agonía.
Dejaban la dirección de un mail. A él recurrí para consultar más detalles. Un tal Miguel Arándano me explicó cómo procedían:
Usted se anota en nuestros registros. Cuando esté preparado, nos llama y nosotros vamos a ver su suicidio, el cual será ejecutado sin demoras ante nuestro jurado. Si duda o “hace tiempo” pierde puntos (el miedo es un mal indicio). Un segundo antes de que muera, o de que se haga un daño irreversible, nosotros detenemos el proceso y evaluamos su puntaje. La idea es no morirse. Matarse, pero no morirse. Si se muere, pierde. Si se suicida en soledad y nosotros no podemos detenerlo, pierde. Si su suicidio es tan perfecto que no puede ser detenido, también pierde. Estos factores deben ser tenidos en cuenta.
Evite suicidios clásicos o, de implementarlos, hágalo de una manera única. Para que se haga una idea, le mostramos algunos de nuestros más famosos suicidios (por cuestiones obvias, no le doy el nombre de los ganadores):
- Cortarse las venas con un chocolatín blanco.
- Comerse los mocos hasta morir de asco.
- Cambiar de lugar órganos vitales mediante una autocirugía con tenedores y cuchillos de cocina.
- Ahorcarse con una cuerda hecha de víboras venenosas.
- Morir por hablar mucho.
Nosotros creemos en el suicidio racional. Usted no necesita ser depresivo ni tener tendencia a atentar contra su vida. Como el jugador de ruleta rusa, el escalador o el boxeador, la competencia de suicidio puede convertirse en un deporte adictivo y estimulante.
(Advertencia: no es válido el intento si se realiza frente a conocidos. Es imprescindible la asistencia del jurado que dictamine la originalidad del método y la ausencia de trampas. Aunque el jurado detiene al suicida un instante antes de que sobrevenga la muerte, el método debe estar tan bien hecho que, de no contar con la intervención del jurado, la muerte se hubiera producido sin demora.)
Como los límites de la vida me atraen sobremanera, estuve durante varios días planeando mi suicidio. Los ejemplos que ellos me daban eran tontos y casi jocosos. Supuse que con poco podía superarlos. Como siempre, mi amigo Esteban Flamini me previno sobre esta sociedad y me recordó el suicidio de Javier, nuestro amigo en común. “En una de esas, nunca hay ganadores” dijo. “Por ahí, están todos a tu alrededor viendo cómo te morís; cómo lográs el suicidio perfecto y ellos en su excitación morbosa no detienen tu muerte. Y ahí te quedás, suicidándote para nada”.
Después de esta sospecha, no me quedé a esperar al jurado y hace un par de días ejecuté mi suicidio, el cual (como podría esperarse) fracasó.
Ayer me llegó otro sobre negro.
“Detalle: suicidio del sr. Jorge Mux
Fecha: 29 de octubre de 2006, 23:25 hs.
Nota del jurado: cuando se está suicidando, su ánimo debe ir parejo con la circunstancia. Usted parecía estar yendo de compras. La próxima vez, para empezar, ponga más convicción. Sonríe demasiado. Cantar está de más. No se debe interrumpir el suicidio par atender el teléfono. No se debe contestar el teléfono diciendo a la ligera que uno se está suicidando, entre comentarios jocosos.
Detalles técnicos: No se entendía para qué estaban ciertos elementos en la escena del suicidio. Confusión en la elección de los instrumentos. La harina no sirve para acuchillarse. Es imposible ahorcarse con vino blanco.
Advertencia: la eventual muerte por una consecuencia inesperada (asfixia por tragar involuntariamente harina; coma alcohólico por caer de cabeza en un balde de vino) no aumenta la calificación. Los accidentes no forman parte del plan.
Calificación: 1 (uno)
- la sociedad de la vergüenza (shame society) [el membrete de la invitación tenía el dibujo de un rostro con los cachetes rojos y la boca tapada]
- club contáselo al Turco [aparentemente, una noche para contarle secretos a un desconocido.]
- la mañanita del golpe en la cabeza. [prometían desayuno con medialunas y Migral]
- Sociedad momentánea “somos extraterrestres por un rato”
- “Nos reunimos para gritar” [después de una sesión de gritos desgarrados y jadeos, ofrecían vino, empanadas y asado. Otra opción: “nos reunimos para dar golpes de puño en la pared”]
- Clan “cumplimos tu fantasía filial” [ejemplo: todos los presentes fingen que son tus hijos, o tus padres]
- Sociedad de la Malteada “hagamos travesuras de niños” [prometían malteadas]
- Cena semanal de la Agrupación Travesti Homofóbica.
- Agrupación Unamos Nuestros Bigotes: “déjese crecer el mostacho y recorremos el mundo con los bigotes unidos”
No contesté a estas nueve invitaciones. Hubo una que me intrigó realmente (y que no tenía ese sospechoso tonito de broma del resto): el club del suicidio asistido.
La invitación me llegó en sobre negro (no fue un mail de dudosa autoría), papel perfumado y letras de oro.
Discreción absoluta. –decía el cuerpo de la invitación- Proponga y realice el más ingenioso suicidio. Premios que le cambiarán la vida o aliviarán su agonía.
Dejaban la dirección de un mail. A él recurrí para consultar más detalles. Un tal Miguel Arándano me explicó cómo procedían:
Usted se anota en nuestros registros. Cuando esté preparado, nos llama y nosotros vamos a ver su suicidio, el cual será ejecutado sin demoras ante nuestro jurado. Si duda o “hace tiempo” pierde puntos (el miedo es un mal indicio). Un segundo antes de que muera, o de que se haga un daño irreversible, nosotros detenemos el proceso y evaluamos su puntaje. La idea es no morirse. Matarse, pero no morirse. Si se muere, pierde. Si se suicida en soledad y nosotros no podemos detenerlo, pierde. Si su suicidio es tan perfecto que no puede ser detenido, también pierde. Estos factores deben ser tenidos en cuenta.
Evite suicidios clásicos o, de implementarlos, hágalo de una manera única. Para que se haga una idea, le mostramos algunos de nuestros más famosos suicidios (por cuestiones obvias, no le doy el nombre de los ganadores):
- Cortarse las venas con un chocolatín blanco.
- Comerse los mocos hasta morir de asco.
- Cambiar de lugar órganos vitales mediante una autocirugía con tenedores y cuchillos de cocina.
- Ahorcarse con una cuerda hecha de víboras venenosas.
- Morir por hablar mucho.
Nosotros creemos en el suicidio racional. Usted no necesita ser depresivo ni tener tendencia a atentar contra su vida. Como el jugador de ruleta rusa, el escalador o el boxeador, la competencia de suicidio puede convertirse en un deporte adictivo y estimulante.
(Advertencia: no es válido el intento si se realiza frente a conocidos. Es imprescindible la asistencia del jurado que dictamine la originalidad del método y la ausencia de trampas. Aunque el jurado detiene al suicida un instante antes de que sobrevenga la muerte, el método debe estar tan bien hecho que, de no contar con la intervención del jurado, la muerte se hubiera producido sin demora.)
Como los límites de la vida me atraen sobremanera, estuve durante varios días planeando mi suicidio. Los ejemplos que ellos me daban eran tontos y casi jocosos. Supuse que con poco podía superarlos. Como siempre, mi amigo Esteban Flamini me previno sobre esta sociedad y me recordó el suicidio de Javier, nuestro amigo en común. “En una de esas, nunca hay ganadores” dijo. “Por ahí, están todos a tu alrededor viendo cómo te morís; cómo lográs el suicidio perfecto y ellos en su excitación morbosa no detienen tu muerte. Y ahí te quedás, suicidándote para nada”.
Después de esta sospecha, no me quedé a esperar al jurado y hace un par de días ejecuté mi suicidio, el cual (como podría esperarse) fracasó.
Ayer me llegó otro sobre negro.
“Detalle: suicidio del sr. Jorge Mux
Fecha: 29 de octubre de 2006, 23:25 hs.
Nota del jurado: cuando se está suicidando, su ánimo debe ir parejo con la circunstancia. Usted parecía estar yendo de compras. La próxima vez, para empezar, ponga más convicción. Sonríe demasiado. Cantar está de más. No se debe interrumpir el suicidio par atender el teléfono. No se debe contestar el teléfono diciendo a la ligera que uno se está suicidando, entre comentarios jocosos.
Detalles técnicos: No se entendía para qué estaban ciertos elementos en la escena del suicidio. Confusión en la elección de los instrumentos. La harina no sirve para acuchillarse. Es imposible ahorcarse con vino blanco.
Advertencia: la eventual muerte por una consecuencia inesperada (asfixia por tragar involuntariamente harina; coma alcohólico por caer de cabeza en un balde de vino) no aumenta la calificación. Los accidentes no forman parte del plan.
Calificación: 1 (uno)