domingo, 8 de abril de 2007

Cuatro Leyendas Urbanas

Las siguientes historias me las han referido unos amigos. Curiosidad: todos ellos son profesores de una universidad. Aunque el tono que voy a utilizar es ligeramente jocoso, yo creo que son historias verdaderas y que, además, tienen la pasta suficiente para convertirse en leyendas urbanas.

1. Comiendo nubes de arañas voladoras.

En los asados informales José sostiene que a la edad de ocho años vio llover sapos. La historia es más o menos así: el cielo estaba nublado; él desde la habitación escuchó tímidos “splash” (como si la lluvia inminente consistiera en goterones densos y gelatinosos), una tía desde la cocina gritó “llueven sapos”, él miró por la ventana y vio dos o tres sapos saltando a gran altura, como si estuviesen rebotando por un gran impacto. La última parte de esta historia tiene varias versiones: él no vio los sapos rebotando; los vio reventados en el piso. Otra: él no vio solamente algunos sapos rebotando y otros reventados, sino también otros sapos cayendo desde el cielo. Cuando me contó esta historia, hace casi diez años, especulamos con la posibilidad de que los huevos de cierta especie de renacuajo pudieran volar con el viento y ascender junto con la evaporación del agua. José dijo que, probablemente, los sapos se habían criado en las nubes “comiendo arañas y esas cosas”. Le dije que en el cielo no había arañas, para lo cual replicó: “hay bichos voladores en todas partes, incluso en las nubes. Arañas también”. Subsistía también el problema de que las nubes no son lo suficientemente sólidas como para que un sapo –o cualquier ser vivo que pese más de una décima de miligramo- pudiera vivir en ellas. Sin embargo, -argumentó José- no puede negarse que las condiciones de humedad en la nube son óptimas para criar sapos.
Hace poco, en un asado multitudinario, repitió esta historia ante personas que nunca la habían escuchado. Ahora cuenta con el respaldo de fuentes bien documentadas: en
internet se encuentran miles de casos que parecen apoyar parte de su tesis. Aunque ninguno –por lo que pude ver- insiste con que los sapos puedan vivir en el cielo.

2. Una herencia problemática

Rebeca es heredera de una fortuna millonaria. Un tatarabuelo lejano llamado Domingo Faustino Correia, dueño de una buena parte de territorio brasileño de Río Grande Do Sul, pidió en su testamento que después de cien años de su muerte, toda su fortuna pasara a manos de los descendientes de sus hermanos. Si debemos creer en ciertos testimonios, el señor Correia tuvo la fortuna más grande conocida en la historia de la humanidad. En 1983 se cumplieron los cien años y los descendientes –que son miles y que están repartidos en todo el mundo- han entablado entre sí una batalla legal y campal para hacerse de su porción en el cuantioso patrimonio. La batalla ha sido tan cruenta y retorcida que algunos herederos (entre ellos Rebeca) han desistido de reclamar su parte.
El conflicto por el botín involucra varios factores políticos y territoriales. Parte del territorio heredable fue expropiado por el estado brasileño en la época de la Reforma Agraria, lo que podría ocasionar incontables demandas.
Parece ser que unos parientes de Rebeca, también herederos, fueron hace unos años a Brasil para iniciar los trámites de sucesión. Viajaron en un Renault 12 impecable, de color rojo. En el coche iba el heredero directo (un tío de Rebeca), su familia y el abogado. Cuando cruzaron la frontera con Brasil, vieron que un automóvil Renault 12, de color rojo, idéntico al del tío, había sido baleado y estaba a un costado de la ruta con todos sus ocupantes muertos. “Esas balas eran para mi tío”, especula Rebeca. El tío, asustado, volvió a Argentina y nunca más insistió con su reclamo.
“El problema no sólo son los (supuestos) herederos del lado de Brasil: también hay conflicto con quienes actualmente habitan las tierras y no son sus legítimos dueños. Muchos de ellos contratan mercenarios para hacer desaparecer a cualquier posible competidor, sobre todo si es extranjero“
La única fuente que conseguí sobre este curioso y apasionante caso fue en
esta edición de un diario de Chile.

3. Chicken Sleeper, cockroach killer.

Otra vez Rebeca.
En la ciudad donde vive Rebeca -Cabildo, provincia de Buenos Aires-, había un conocido ladrón de gallinas. Su técnica consistía en irrumpir durante la noche en los gallineros, mirar fijamente a las aves, hacer un movimiento con las manos e hipnotizarlas. Las gallinas, atentas, observan las manos que giran en círculos, se aburren y se duermen. Una vez dormidas es fácil robárselas.
Otro caso: un ladrón de gallinas que practicaba zoofilia. “Uno entra al gallinero y escucha co có, co có, co có… Y uno no es de fierro”. También en la ciudad de Cabildo.
Y una tía de Rebeca es capaz de matar una cucaracha con la mirada. “Venía subiendo la pared, la miré fijo y cayó inmóvil, como fulminada por un rayo”. También se consigue en la ciudad de Cabildo

4. El ferretero revolucionario.

El dueño de la ferretería donde Polo trabajaba era un tipo de ultraderecha, defensor del Proceso de Reorganización Nacional y habitual oyente del Negro Oro. Una mañana tuvo un “pico de estrés” y creyó ser el Che Guevara. Cuando llegó a la ferretería empezó a hablar en tono revolucionario y, como los empleados pensaron que era una broma, le hacían chistes y comentarios jocosos. En algún momento el ferretero se sintió agredido, sacó un machete de los que tenían para vender y persiguió a uno de los empleados para ajusticiarlo. Esa misma tarde, el ferretero Che se comunicó con su ex esposa y le dijo que, puesto que ella era Evita, debían reorganizar la Patria de acuerdo a un auténtico comunismo de bases. La mujer entendió que su ex marido se había vuelto loco, así que llamó a una clínica psiquiátrica.
Los detalles más jugosos están en esta parte de la historia. Polo cuenta que, cuando llegó el psiquiatra, se hizo pasar por un admirador del Che y pidió una entrevista con el Gran Revolucionario. El ferretero salió del fondo del local y aceptó. “Maestro, ¿cuándo llegó de Cuba?”, preguntó el psiquiatra. “No hace mucho”, respondió el Che. “¿Y dónde está parando ahora, maestro?” “Acá, en la ferretería de unos amigos”. El psiquiatra jugó su mejor carta. Hizo una expresión de enfado y agregó: “Noooo, pero usted se merece el mejor hotel de la ciudad. ¿Cómo alguien de su talla va a estar tirado en un colchoncito, en el fondo de un local comercial? Maestro, déjeme invitarlo por favor”.
Parece que el Che aceptó. Se subió a la ambulancia y, cuando llegaron al hospital se quejó porque el hotel no era de categoría. “Hay muchas rejas en las ventanas”, dicen que dijo.
Le hicieron una cura de sueño de una semana y siguió medicado de por vida

8 comentarios:

Juan Ignacio dijo...

El de la herencia de Rebeca no lo conocía!

tan versátil como acústica dijo...

muchas rejas en las ventanas... ¿era un hotel de piriápolis entonces?

yerbanohay dijo...

No será que escuchar al Negro Oro provoca eso? un feedback negativo?
las neuronas se van hastiando tanto de estar a la derecha que de golpe se alinean todas a la izquierda del cerebro o algo asi? fas-ci-nan-te!

Anónimo dijo...

La de la herencia de Correia la conozco, pero no sé de dónde. El problema es que si trato de buscarla ahora voy a dar con ese diario de Chile, con este blog nuevamente y, con suerte, con su otro blog. Mi costado obsesivo está sufriendo por anticipado.
La del psiquiatra estuvo buena.

Oenezeta dijo...

4 historias muy interesantes, señor. Yo tambien creo que son verdaderas, sobre todo la de los sapos.

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

Extraordinarias las historias.
De pequeño, en Andalucía, hubo una tormenta de ranas. Jugué con ellas hasta que la sequedad andaluza las hizo desaparecer. Desconozco la explicación científica pero te aseguro que miles y miles de ranas pequeñas aparecieron tras la tormenta en un lugar sin río.

Lo de fulminar a los insectos con la mirada es curioso. Una vez contemplé una bandada de aves migratorias, una de ellas quedaba rezagada no podía con el ritmo. La estuve mirando y de repente se desplomó como abatida por un infarto. Debiera estar enferma.

Saludos.

Anónimo dijo...

jajaja... a polo le podia pasar eso... muy bueno

algo de Leibniz? o de Kant?

Anónimo dijo...

Por favor, no abusen del floripondio, la dosis letal de escopolamina es cercana a los 100 mg, basta entonces con una florcita para el té.

Las alucinaciones pueden ser visuales, auditivas y táctiles. Vi un día llover elefantes que deben haber engordaron comiendo nubes!